En un territorio selvático impreciso, cerca del río Tragadero, en el norte argentino, vive con su perra el Mudo, el protagonista de esta historia. El Mudo dejó Resistencia buscando la calma de la naturaleza y vivir rodeado sólo por «el murmullo de la vegetación». Se relaciona con Insúa, el dueño de un almacén de víveres que se quedó con su camioneta a cambio de proporcionarle todo lo que necesitaba para emprender la vida en solitario. Y siente como intrusos a otros personajes que merodean por su territorio, como Soria, que vive con su hijo, o los jóvenes ecologistas de la Fundación Vida Salvaje, que en su día lograron que Insúa liberara en el río los yacarés que tenía como mascotas, sin calibrar las consecuencias. En medio de la aspereza de una naturaleza hostil, entre pájaros, monos y caimanes, el lector asiste con una tensión creciente a los peligros del río y a las amenazas de los desconocidos, cuyas verdaderas intenciones adivinamos de manera inquietante desde los ojos del protagonista, que hizo propósito de no molestar a nadie, ni de que le molestaran.