Para entrar en el mundo de la niebla y las maravillas basta con una chaqueta y un puñado de purpurina. Si aún queda una pirueta de monopatín por inventar, tecnología por imaginar, un proyecto ecológico por ensayar, o una rareza sin homenajear, es muy probable que se dé aquí. Adiós a las inhibiciones, esto es San Francisco.