El viaje transcurre en compañía, a merced del viento. Sorey por fin le planta cara a Heldalf, el Señor de la Desgracia, pero no puede hacer nada ante su apabullante poder. Agota temporalmente su resonancia espiritual y deja de ver a sus compañeros serafines. Quien acude en su rescate es Rose, que va vestida como los Huesos al Viento.