Una nueva aventura del comisario Polo: el género policiaco entendido como alta literatura.
Bolonia, verano de 1947. El comisario Polo se acaba de bajar del tren, procedente de la lejana Granada. Su misión: investigar la desaparición de un compatriota, Guillermo Sola Bosch, profesor de Derecho que se alojaba en el Colegio de España. Un católico aficionado al jazz que, según algunos, tal vez simplemente se haya marchado a un retiro espiritual, y, según la policía, es un asesino.
Comienza así una búsqueda detectivesca en la que irán apareciendo más cadáveres –el de un individuo apodado el polaco, el de una anciana viuda...–, espías de ambos bandos en la incipiente Guerra Fría, delatores, monárquicos y neofascistas, conspiraciones, conexiones vaticanas y de fondo el boogie woogie, el ritmo de moda que, como tantas cosas que fascinan en la Italia en reconstrucción de la posguerra, ha llegado desde Estados Unidos con las tropas de ocupación.
Nadie dice toda la verdad. El investigador se mueve en una realidad en la que funcionarios fieles y ejemplares aplican el principio de que, en determinadas situaciones, el crimen es un acto de servicio al Estado. O, como dice Polo, «el Estado consiente a sus servidores actos que jamás permitiría si no los considerara necesarios para la conservación del Estado».
Bologna Boogie es la última entrega de las aventuras del comisario Polo, protagonista de Gran Granada y Petit Paris. Con este personaje Justo Navarro propone una personalísima y fascinante aproximación al género negro y las novelas de espionaje. Como sus antecesoras, es una narración escrita en brumoso blanco y negro, homenajeando al cine noir clásico. Bologna Boogie es además una buena muestra de la precisa y seductora prosa del autor, que lleva el género policial hacia la más exigente y excelsa literatura.